LOS MITOS DEL TABACO: “Si es tan malo ¿por qué no se prohíbe?”
El tabaco es legal porque sería un problema declararlo ilegal no porque sea merecedor de ello. El tabaco no se puede prohibir por una sencilla razón: sus efectos nocivos y perjudiciales se han admitido de forma universal casi un siglo después de que fuera un producto legal de amplia difusión, cuando ya había millones de consumidores en todo el mundo.
Es el mito de la prohibición. Aparentemente, es una idea atractiva porque, si no lo evitamos, el tabaco habrá causado en todo el mundo 500 millones de víctimas entre 1950 y 2050. Ni la suma de víctimas mortales en todas las guerras del siglo XX llega a ese número, lo que convierte al “cilindro” llamado cigarrillo en un “arma de destrucción masiva” de uso cotidiano.
Por eso algunos expertos en salud pública defienden su prohibición total argumentando que el problema del tabaco no reside en su consumo, sino en su producción. Los defensores de esta propuesta señalan la notable reducción de las enfermedades relacionadas con el alcohol en los periodos de restricción de su oferta a principios del siglo ...
... XX.
Por ejemplo, durante la restricción del alcohol en París, durante la Segunda Guerra Mundial, el consumo per cápita cayó en un 80%. Las muertes por enfermedades del hígado en los hombres descendieron a la mitad en un año… aunque el frente, por desgracia, se encargó de seguir engrosando la mortalidad por otras causas. Cuando terminó la guerra y el alcohol volvió a encontrarse a libre disposición de los consumidores, la mortalidad por enfermedades hepáticas volvió a las cifras anteriores. Pero en los años 20, la Ley seca en Estados Unidos mostró el fracaso que supondría prohibir totalmente productos como el alcohol o el tabaco. A pesar de que el consumo de alcohol y las enfermedades derivadas descendieron, se pagó un altísimo precio social por la delincuencia y la crisis social que se desencadenó.
Para la mayoría de expertos mundiales en la lucha contra el tabaquismo, la prohibición total no es viable. Pese a esto, una de las líneas argumentales de la industria el que el objetivo final de los promotores de la regulación es “prohibir totalmente el tabaco”. Pero en ninguna legislación nacional surgida por ahora en más de 40 estados (y muchas regiones de otros) se propone una “prohibición total” del tabaco, sino medidas reguladoras que inciden mucho en los espacios públicos libres de humo. Sin embargo, los manuales de comunicación de la industria tabaquera recomiendan utilizar la retórica de la prohibición “por ser un instrumento eficaz para oponerse a las medidas antitabáquicas”(1).
Lamentablemente, algunos lanzan al aire esta pregunta sin ser conscientes de los intereses a los que sirve. No es una pregunta inocente. La intención de la industria tabaquera es muy clara. Se trata de presentar a la OMS y a los gobiernos que hacen regulaciones estrictas del consumo de tabaco como fanáticos. Pero en realidad estos gobiernos están proponiendo limites responsables y razonables a la venta, distribución, publicidad, promoción y consumo de un producto legal (también las armas de fuego son legales), pero que cada año mata a millones de personas en todo el mundo.
Actualmente, la mayoría de expertos de la Organización Mundial de la Salud y del Banco Mundial consideran poco probable que una prohibición del tabaco fuera factible o efectiva. En primer lugar, cuando se prohíbe una sustancia, su consumo sigue siendo amplio, como sucede con la mayor parte de las drogas ilegales.
En segundo lugar, la prohibición crea su propio conjunto de problemas porque tiende a favorecer la actividad delictiva y genera un aumento de los costes de seguridad y policiales.
En tercer lugar, es poco probable que la prohibición total sea políticamente aceptable en la mayor parte de los países.
Le regulación del tabaco en España no prohíbe el consumo ni la venta de tabaco ni limita el derecho genérico a fumar en el ámbito privado ni en los espacios al aire libre. Pero los sectores económicos que se oponen a las regulaciones se empeñan en afirmar que la ley es prohibicionista y coercitiva. Ni un sólo párrafo de la ley hace un juicio moral sobre el hecho de fumar o no fumar ni se insinúa ninguna intrusión en el ámbito privado. La ley sólo hace referencia al dónde y al cuándo se fuma, no al hecho de fumar o no.
Cuando un político o un personaje público se hace este tipo de preguntas públicamente, ignora que la lectura que muchos fumadores van a hacer es: “Si no se prohíbe, no será tan malo”. El resultado es que muchos fumadores resuelven su ambivalencia continuado con su conducta de fumar a pesar de que a dos de cada tres fumadores les gustaría abandonar el tabaco definitivamente. En realidad, esta propuesta consiste en una solución inviable, un canto de sirena, para que todo siga igual.
Algunos políticos argumentan que se debe conciliar el derecho de los fumadores y el de los no fumadores y que el tabaco es un producto legal. Ambos argumentos son propios de la industria tabacalera que ha dedicado mucho dinero a inyectarlos en la sociedad. Sabemos perfectamente que conciliar los derechos de fumadores y no fumadores en espacios públicos cerrados es virtualmente imposible. Los políticos deben tomar una opción y sólo hay una compatible con la salud.
El tabaco es legal porque sería un problema declararlo ilegal no porque sea merecedor de ello. El tabaco no se puede prohibir por una sencilla razón: sus efectos nocivos y perjudiciales se han admitido de forma universal casi un siglo después de que fuera un producto legal de amplia difusión, cuando ya había millones de consumidores en todo el mundo. Sin embargo, con la información científica disponible sobre sus efectos nocivos, ningún país democrático hubiera autorizado la comercialización de ese producto. Por las mismas razones ni el cannabis ni la cocaína ni otras drogas serán jamás legalizadas para uso lúdico por un estado democrático y responsable. Eso no excluye aprovechar sus usos medicinales si es que realmente los tuvieran.
Actualmente todos los expertos coinciden en que el control de la epidemia de tabaquismo sólo es posible mediante una actuación integral sobre la demanda de tabaco no sobre la oferta. La posición más razonable está, como casi siempre, en el punto medio: ni permisividad total ni prohibición total. Es decir, regulación estricta desde la óptica de la salud pública de la producción, venta, distribución, publicidad, promoción y consumo. Esto permitirá una reconversión gradual y poco traumática de la industria del tabaco desde la fase de producción a la de venta detallista sin que se genere pérdida neta de empleo. En los próximos años, la mayoría de países del mundo, con el apoyo del Convenio Marco de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se incorporarán a estas regulaciones en beneficio de la salud pública .
(1). Saloojee Y, Dagli E. Tácticas de la industria tabaquera contra las políticas de salud pública. Organización
Mundial de la Salud, 2001.
Dr. CÓRDOBA, R. y SAMITIER, E., "50 Mitos del tabaco", Departamento de Salud y Consumo Gobierno de Aragón: 2009, pp. 122-123
Descargar libro (PDF): http://porquenosotrosno.org/web/documentacion/Libro_50_Mitos_Tabaco.pdf