¿Por qué nosotros no? Acción Ciudadana por la Salud y el cambio de la Ley Española de Tabaco

LOS ADITIVOS DEL TABACO

01/07/2010 Rodrigo Córdoba

Unas 600-700 sustancias han sido aceptadas como aditivos de los productos del tabaco. Sin embargo sólo las compañías tabaqueras pueden desvelar que aditivos aparecen en cada marca de tabaco y hasta ahora se han protegido de hacerlo amparándose en interpretaciones discutibles de las leyes del secreto y la propiedad industrial.

El tabaco es el único producto de venta legal no sujeto a la Ley de etiquetado. Por extraño que parezca, ni el gobierno de España ni siquiera la Comisión Europea, que es responsable de la regulación de los productos del tabaco puede proporcionar esa información o tiene, en estos momentos, el poder de exigirla.

Los aditivos se añaden al tabaco por las siguientes razones: a) Para aumentar la porción de nicotina libre, ya que esto potencia el poder adictivo de la misma y hace más difícil dejar de fumar. Se ha descubierto que el amoniaco desempeña este papel al incrementar la alcalinidad del humo. b) Para mejorar el sabor del tabaco y hacer el producto más deseable. Se usan edulcorantes y chocolate como aditivos para hacer más apetecible el sabor del tabaco a niños y primeros consumidores. Se añaden eugenol y mentol para enmascarar los efectos nocivos en el tracto respiratorio. Se añade cacao como broncodilatador con el objetivo de conseguir inhalaciones más profundas, de modo que mayor cantidad de nicotina (y alquitrán) alcance los alvéolos de los segmentos pulmonares más bajos. c) Se usan aditivos para hacer el olor y visibilidad de la corriente secundaria menos molestos, enmascarando su naturaleza peligrosa y así hacer que los fumadores involuntarios tengan más difícil protegerse del humo de tabaco. En realidad varios aditivos son tóxicos por sí mismos o combinados con otros, y durante el proceso de combustión se forman productos farmacológicamente activos o tóxicos.

Un documento de un científico, Syndey Green, de British American Tobacco (BAT) decía literalmente en un informe interno y secreto fechado en 1977 lo que sigue a continuación:

“Una posible vía de desarrollo podría ser utilizar compuestos (como la etorfina) que son 10.000 veces mas efectivos como analgésicos que la morfina y muy adictivos. Es teóricamente posible añadir cantidades analíticamente indetectables a los cigarrillos para conseguir fidelidad a la marca. Se podría pensar en la posibilidad de que este proceso “ocurriera” de forma natural”.

La lectura de este testimonio es sencillamente estremecedora porque la etorfina es conocida como la “droga elefante” entre los veterinarios dado que con una sola gota se puede matar un elefante. La etorfina ha sido usada de forma ilegal y en dosis muy bajas para aumentar el rendimiento de los caballos de carreras (1). Lo más siniestro de todo esto es que es imposible saber si la recomendación de Green fue o no tenida en cuenta en algún momento por la dirección de BAT.

Las sustancias añadidas para mantener la humedad del tabaco suponen un 5%-10% del peso de cada cigarrillo. Un buen ejemplo lo constituye el glicerol [que es transformado en acroleína y propileno, sustancias ciliotóxicas (2)]. Se ha detectado óxido de propileno en el humo de tabaco tratado con propilenglicol. El aroma del tabaco es modificado mediante la adición de menta, madera, especias, frutas y esencias florales, pero también de sustancias sintéticas. También se sabe que los aditivos del tabaco contribuyen a reducir la percepción del humo ambiental de tabaco y hacerlo mas “tolerable”. Estos cigarrillos tiene el filtro perforado para diluir el aire inhalado. Sin embargo, los fumadores aprenden pronto a tapar estos agujeros con sus dedos para regular la dosis de nicotina o conseguir inhalaciones más profundas.

Los cigarrillos modernos tienen de media un 10% de aditivos (calculados en relación al peso), principalmente en forma de azúcar, agentes aromáticos y humectantes. Contienen otros aditivos que modifican los efectos de la nicotina y hacen que el humo de la corriente principal (inhalado por el fumador) y de la corriente secundaria (evaporado de la colilla) parezca más agradable y menos dañino. En este contexto conviene recordar que el humo de la corriente secundaria contiene niveles más altos de sustancias tóxicas que la corriente principal. Por ejemplo, los niveles de monóxido de carbono (CO) en la corriente secundaria son cuatro veces mayores que en la corriente principal. Dicho en otras palabras: el humo que desprende la colilla es bastante peor que el que inhala el fumador directamente a sus pulmones.

Sin embargo, incluso sin aditivos cualquier producto vegetal cuyo consumo implique combustión produce invariablemente monóxido de carbono (muy tóxico para el sistema cardiovascular) y benzopirenos (cancerígenos). Para los que piensan que el tabaco de liar es mas natural bastan dos ejemplos de dos marcas de tabaco comercializadas en Nueva Zelanda que llamaremos marcas A y B. La marca A de cigarrillos contenía un 0,2% de su peso en aditivos, en tabaco de liar un 22,5% y en tabaco de pipa un 33,4%. La marca B contenía un 0,4% en los cigarrillos, un 10,7% en el tabaco de liar y un 16,3% en el de pipa (3).

Aunque los fumadores merecen mejor información acerca de los productos que consumen no deben olvidar que incluso sin aditivos el tabaco seguiría siendo esencialmente un producto adictivo y cancerígeno. Es decir, el daño que cusa el tabaco no se debe, en esencia a que sea un producto defectuoso por los aditivos añadidos sino a su propia naturaleza. Los aditivos representan solamente el 1% del daño que hace el tabaco. Regular los aditivos de forma precisa y verificable, etiquetar las cajetillas otros productos de tabaco e informar al usuario es un imperativo ético aún no resuelto, pero eso no cambiará gran cosa el panorama mientras no se deje de fumar.

(1) King W et al. Tob Control 2003;12:107-8.

(2) Los cilios son las microvellosidades que tienen los bronquios en su interior para defendernos de la contaminación ambiental. El tabaco destruye los cilios que son parte de nuestras defensas.

(3) Champan S. Public Health Advocacy and Tobacco Control. Blackwell, 2007.

 

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