Tabaco: llega la 'revolución caqui'
"Qué chulada" exclamó con los ojos como platos Andrea, de 14 años, estudiante de 2º de ESO cuando le enseñé 20 cigarrillos extrafinos dentro de una mini cajetilla en forma de pintalabios comercializada en estancos con el glamuroso nombre de Vogue. "Una de mi clase -me dijo- colecciona paquetes de tabaco con camellos de colores y tiene un montón".
Iker tiene 16 y repite 3º de ESO. "Mola mogollón..., es guapísimo", me dijo cuando le enseñé el paquete glide tec de una a-fortunada marca de tabaco con apertura automática táctil. A su madre, además del olor a tabaco que lleva a casa, le preocupa sobre todo haber encontrado en su cuarto un cogollo de marihuana dentro de una lata verde metálica de otra marca de tabaco, inteligentemente pensada para llevar en el bolsillo todo lo necesario para liar porros. Realmente ése es el motivo por el que ella me lo trae a la consulta. Iker está experimentando con el cannabis y ya reconoce su adicción al tabaco. Me confiesa que a la salida de clase necesita echar un cigarro, sí o sí.
Aunque Andrea ya lo ha probado, ...
... aún no ha transitado por esas escasas dos semanas de consumo continuado necesarias para que cualquiera de nuestros jóvenes firme un contrato de por vida con una de esas marcas. Un contrato en el que la parte contratante, con el beneplácito de los gobiernos, facilitará a los firmantes una droga de diseño enormemente adictiva, adornada en cajetillas también de diseño con forma de frasco de colonia, pintalabios, tarjeta postal, bolso de viaje, encendedor Zippo, mp3 o demás iconos de culto de nuestros días. La parte 'contratada', desgraciadamente, pagará con su salud y su dinero en incómodos plazos, pues el tabaco es cada vez más caro. Según la OMS, más del 80% de los hoy adictos firmó este mortífero contrato en plena minoría de edad. En mi experiencia profesional, rara avis es quien empieza a fumar después de los 18.
La industria del tabaco reconoce en sus documentos internos que la cajetilla es la mejor y más poderosa herramienta publicitaria para su producto. Pese a las repelentes advertencias sanitarias, aún sobra espacio para incluir imágenes atrayentes, exóticas y seductoras como en las que se han fijado Andrea e Iker. Sólo hace falta un centímetro cuadrado para imprimir un código BIDI que les redireccione desde sus móviles a sus sitios web con promociones publicitarias tan inductoras del fumar como hazloahora.com.
Los irlandeses son los primeros europeos que se han decidido a seguir los pasos de australianos, neozelandeses y canadienses, pero no los únicos. Reino Unido antes y Francia la semana pasada apuestan decididamente por que los paquetes de tabaco sean genérica y uniformemente de color caqui (por no decir otra cosa). La evidencia australiana nos enseña que el plain packaging (así le llaman allí a esta revolución caqui) no sólo aumenta la visualización y la eficacia de las advertencias sanitarias, sino que también influye en la percepción del producto por parte de fumadoras y fumadores que crecen en su decisión de dejar el tabaco en ese país donde la prevalencia de su consumo (12,8 % en 2013) pronto bajará del 10%. Aquí estamos en un 24% de la población.
Recientemente España ha dado un gran paso de gigante, pero hacia atrás, oponiéndose a la iniciativa irlandesa de empaquetado genérico que trata de impedir que las tabaqueras utilicen estas sucias artimañas para captar a nuestros jóvenes; alineándose así con los países del vagón de cola de la salud europea como Rumania, Bulgaria o Grecia. Por favor, que nadie piense que el lobby español del tabaco pueda haber influido en esta decisión en la que -pongo la mano en el fuego- no ha pesado ni un sólo motivo sanitario.
El megalobby del tabaco amedrenta a estos países -pioneros en salud y en sentido común- con la amenaza de recursos judiciales, procesos en tribunales internacionales de libre comercio y con la exigencia de indemnizaciones billonarias por los perjuicios ocasionados a su narco-negocio. Luego vendrán con el rollo de que si el tabaco es malo, que lo prohíban. Que sepan que si algo hemos aprendido en salud pública es que la prohibición estimula y potencia el consumo de drogas y que no queda otra que regular, hasta que sea el propio fumador quien se convenza de que dejar de fumar merece la pena. Esto es lo efectivo. La salud no es monopolio de ninguna multinacional. Los países son soberanos para consensuar y legislar estas medidas reguladoras, porque la salud es soberanía de cada persona. A ello anima el artículo 13 del Convenio Marco de la Organización Mundial de la Salud para el Control del Tabaco, suscrito y ratificado por España y también la recientemente aprobada Directiva Europea del Tabaco
Ante el nuevo reto global del empaquetado genérico de tabaco, la ciudadanía y el bloque sanitario (médicos, enfermeras, psicólogos, odontólogos, farmacéuticos...) le exige al Gobierno que se ponga del lado de Andrea, de Iker y de sus familias con todos los recursos a su alcance para que no se inicien ni a las drogas ilegales ni a las legales -alcohol incluido- y que dé la espalda a quienes quieren hacer negocio a cuenta de su salud y de sus vidas.
Rectificar es de sabios, el veneno debe de envasarse y etiquetarse como lo que es. No hay vuelta atrás, llega la revolución caqui.
http://www.elmundo.es/salud/2014/10/04/542e944be2704ebc518b457b.html
Joseba Zabala Galán* es especialista en Salud Pública y miembro de la Junta Directiva del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT)