HOSTELERÍA Y TABACO. PROHIBIDO AHUMAR
El discurso liberal se basa en un planteamiento falso del problema. Lo que en realidad se prohíbe no es fumar, sino ahumar
Hace cinco años se aprobó en España la llamada ley antitabaco, que prohíbe fumar en sitios cerrados, pero deja la puerta abierta para seguir consumiendo tabaco en bares y restaurantes, si así lo decide su propietario. Ahora anda revuelto el gremio de la hostelería por la cercana prohibición de fumar en sus locales. No hay unanimidad en el sector frente a la medida que se avecina, pero la postura oficial, y parece que mayoritaria, es de radical oposición, por la supuesta ruina y paro que causaría.
Nada dicen los representantes del gremio sobre la finalidad de la norma. Realmente es difícil de explicar por qué se oponen a algo que favorece la salud de toda la clientela, salvo que consideren que el beneficio económico ha de anteponerse a la salud de los parroquianos.
Pero, aun dejando a un lado la cuestión de la salud, tampoco se justifica la protesta. Cabría entenderla si la medida afectase a la mayoría de los clientes, pero, según la última estadística oficial, la tasa de fumadores diarios en España es del 29,6 %. Además, el vaticinio de la huida en masa de los fumadores se basa en una apreciación irreal. Las cafeterías, como su propio nombre indica, son lugares de consumo de café y otras bebidas y alimentos, no son fumaderos. Un fumador no entra en un bar para fumar, sino para tomar un café o una copa. Si puede acompañarlos saboreando un cigarro, mejor para él, y si puede elegir entre un bar que permita fumar y otro que no, evidentemente irá al primero. Si no hay elección, porque en todos está prohibido, irá al que más le guste, pero irá, porque lo que le impulsa a entrar es el deseo de consumir una bebida, no el de fumar. Se argumenta que, una vez en el bar, si no puede fumar tomará lo imprescindible y se marchará, pero lo que hasta ahora se observa es que el fumador que se apalanca en la barra tira de cajetilla delante de un mismo café, no pide varios, y lo mismo los que juegan a las cartas. Conclusión, si en todos los bares estuviera prohibido fumar, nadie perdería el tercio de clientela fumadora. Francia, Italia, Portugal, por citar países de nuestro entorno, llevan años con la prohibición total y no se ha confirmado el desastre que ahora se augura.
Pero hay más. El aprecio hostelero por el tercio de fumadores significa el desprecio por los dos tercios de los clientes no fumadores, que, ante la inexistente oferta de locales alternativos, deben soportar ambientes cargados de humo, como si se tratase de algo natural y consubstancial a la hostelería. Durante muchos años nadie se ha preocupado de los derechos de la mayoría, acostumbrada a aguantar cómo se le echa el humo a la cara sin miramiento alguno. Ahora que hay conciencia de esos derechos, siempre aparece el liberal de turno cargando contra el Estado que coarta la libertad individual del fumador y en defensa de la minoría frente a la tiranía de la mayoría. El discurso liberal podría aceptarse si sólo estuviese en juego la salud del fumador, pero es incontrovertido el perjuicio que en un local cerrado causa su actividad a los no fumadores, hasta el punto de ser considerados médicamente fumadores pasivos. Tratándose de salud colectiva, no hay mayorías y minorías. Aunque los fumadores fueran mayoría, la prohibición estaría justificada.
El discurso liberal se basa en un planteamiento falso del problema , alimentado por una timorata presentación de la ley. Lo que en realidad se prohíbe no es fumar, sino ahumar. La idea de que el vicio no es sancionable ni legalmente regulable, porque los vicios dañan a uno mismo mientras los delitos dañan a los demás, es válida si se refiere al fumar, pero no si al hacerlo se ahúma a las personas del entorno, perjudicando su salud, su propiedad, ensuciándole la ropa con malos olores, y su placer de saborear la consumición sin contaminación ambiental. Por eso actualmente a la entrada de los bares y restaurantes el cartel no debería anunciar que "está permitido fumar", sino que "está permitido ahumarle, por cortesía del dueño. La entrada en este local perjudica seriamente su salud".
A mayor abundamiento, es incomprensible que la prohibición rija en los centros de trabajo excepto en los de hostelería, con gran agravio laboral y sanitario para sus trabajadores. Esto lo puede lamentar el empleado que caiga en la dura estadística de las enfermedades cardiorrespiratorias de fumadores pasivos, pero también el propietario del local, exponiéndose a una cuantiosa demanda de responsabilidad civil instada, con toda justicia y fundamento, por quien se vio obligado a ser fumador pasivo durante toda su vida laboral por libre decisión de su empleador. En fin, preocúpense los hosteleros de no contaminar a su clientela, que el negocio no está en el fumar, sino en la calidad de los productos y del servicio. Los que se vayan a pique será por esta razón y no por la prohibición. Ya lo dice el refrán: fuego sin humo puede haber, pero humo sin fuego no puede ser. (Dedicado a los hosteleros que aprecian la salud de sus clientes y empleados).
Fuente: www.laopinion.es (F. J. Bastida es Catedrático de Derecho Constitucional)