¿Por qué nosotros no? Acción Ciudadana por la Salud y el cambio de la Ley Española de Tabaco

¡Guácala, cigarro!

17/06/2010 Anna Bolena Meléndez

Relato de una ex-fumadora

Me declaro culpable. Cuando recién entró en vigor la ley antitabaco, yo era fumadora y recuerdo haber escrito una columna indignada porque no nos dejaban fumar en bares. Me encanta cuando pasan este tipo de cosas porque es cuando nos damos cuenta, cuando abrimos los ojos y nos bajamos de nuestra mula para mirar al mundo y ser un poquito más conscientes. Yo era de las que no entendía por qué los no fumadores no se aguantaban... hasta ese grado de irrespeto llega uno cuando el vicio te tiene entre sus garras. Llegué a prender cigarros mientras otros comían, a que me importara un bledo si el humo le llegaba a un no fumador. En fin, una serie de cosas que hoy recuerdo y la verdad hasta vergüenza me dan, gracias al cielo un buen día entendí el daño tan espantoso que me estaba haciendo y decidí apagar mi último cigarro, de esto hace ya casi siete meses.

Estuve en varios antros alrededor de la ciudad en los que, después de cierta hora, cuando estaba lleno y no fuera tan balcón, permitían que los fumadores comenzáramos a escupir humo sin importarnos los que estaban felices por la ley antitabaco. O sea, teniendo la opción de salir a la terracita a fumarnos el cigarro sin molestar a nadie, el mismo lugar prefería pasarse por el arco del triunfo la ley y que sus queridos fumones estuvieran cómodos. Pues cuando dejé de fumar, y no me considero de esos que dejan de fumar y ya les da asco, comencé a entender la molestia de los que no se quieren morir asfixiados, de los que detestan llegar a casa y que su ropa, su pelo, su piel, huela a nicotina, de los que al otro día amanecen congestionados por ser pasivos y hasta con cruda de cigarro. Tengo una tía con un pequeño enfisema en un pulmón por ser fumadora pasiva, en su vida ha fumado, en su vida ha tocado un cigarro, es más, no sabe lo que se siente fumar y, por culpa de su pareja y amigos fumadores, se afectó un pulmón. Entonces en este tenor de situaciones uno tiene que agarrar por los cuernos la responsabilidad del vicio y entender que no tenemos por qué enojarnos si nos piden que salgamos a fumar, que incluso no deberían pedírnoslo porque nosotros mismos debemos estar muy conscientes del daño que nos hacemos y que le hacemos a los que llevan toda la vida alejándose del vicio.

Resulta que leí una nota en la que Armando Ahued comunica que hasta ahora son 77 negocios los que han incumplido con la ley y, aunque no es el objetivo de la Secretaría de Salud multar a la gente, pues no queda de otra. El real objetivo es mejorar la salud, que la gente intente dejar de fumar o por lo menos dejar de contaminar a los no fumadores, entre los que se encuentran niños que bien podrían ir creando una adicción gracias a que sus padres, familiares, etcétera, les anden fumando encima.

En México, 25% del presupuesto de instituciones de salud tanto públicas como privadas se va en atención a personas con tabaquismo, ayuda sicológica, parches, chicles, todo lo que se necesita para ayudar al paciente a vencer su adicción. Lo que sí debo decir es que dejar de fumar es una decisión personal, no importa cuánto nos digan, cuántos pulmones veamos podridos y cuántos familiares mueran asfixiados a causa del tabaco, es más fuerte la satisfacción que provoca el cigarro que las altísimas posibilidades de enfrentar una de las muertes más espantosas.

No me parece justo que el gobierno tome medidas para protegernos, incluso a los que fuman, para que los mismos establecimientos quebranten la ley porque “no se les vaya a ir el cliente”, si todo el mundo cumple, todos los fumadores tendrán que acostumbrarse a salir a fumar y, quien quita y pase como en Estados Unidos, donde es tal el rechazo a los fumadores que la gente comienza a tomar la decisión de deshacerse de tan asqueroso vicio. Yo hoy me siento sumamente bien, ya no me la vivo con tos, no huelo a nicotina, mi piel, mi pelo son más brillantes y tengo mucha más capacidad de hacer ejercicio... de verdad que hasta que uno no se da cuenta cómo se siente sin el tabaco, no entiende el daño que le estaba causando.

Fuente: Excelsior

http://www.exonline.com.mx/diario/columna/967920

 

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